La sonrisa se mantenía en mis labios, aquellas rocas fueron fáciles de evadir y aunque las criaturas poseían una fuerza descomunal, su velocidad dejaba mucho que desear, una mala combinación.
En el momento en que éstas se abalanzaron sobre mi, realicé un salto hacia atrás en altura y aún en el aire mordí levemente uno de mis dedos salpicando a el rostro de los golem, al instante la sangre de color negra como la noche comenzó a deslizarse por los cuerpos rocosos, inmiscuyéndose en las grietas hasta el interior de los mismos. Caí con suavidad un par de metros adelante, manteniendo la distancia. Lamí mi la herida en mi dedo con un tono algo sensual y sádico mientras la sonrisa seguía firme.
La sangre en el interior de las criaturas comenzaba a ser efecto, cómo evadir al enemigo, si este se encontraba en tu propio cuerpo.